Siempre le he conseguido enormes parecidos a Nicolás Maduro con toda esa caterva disoluta de emperadores romanos que tanto desprecio sentían por el resto de los seres humanos, sus súbditos. Pero con quien más se acerca en algunas formas de actuar es con Calígula, claro está, guardando un poco la distancia porque el cruel dictador romano era un hombre inteligente.
Calígula era un verdadero misántropo en el más estricto sentido de la palabra, y sentía tanto desprecio hasta por los patricios que conformaban el Senado Romano que un buen día entro al recinto donde se reunía e hizo que nombrasen Cónsul a su caballo, Incitatus, y le ubico una curul en el Senado. Era una manera de mostrar su desprecio por el resto de sus congéneres y por las instituciones públicas de la Roma antigua. Pero fue mas allá, al no permitir que su jamelgo copulara con una de su especie y obligo a una dama del pueblo, llamada Penélope, a convertirse en su esposa.
El padre putativo de Nicolás, ese ser q yo siempre he considerado un engendro infernal por sus actuaciones impregnadas de odio, el nacido en Sabaneta de Barinas y cuyo nombre me asquea pronunciarlo, tenía sus similitudes con estos dictadores y es probable que Maduro lo que sea es un muy mal alumno del innombrable. Este cronista pide excusas a los lectores por haberse internado en esos oscuros intersticios de la historia de la humanidad, pero era necesario hacerlo para establecer los parangones del caso.
Dos recientes decisiones del usurpador me motivaron a realizar este análisis comparativo.
Desde hace días se vienen produciendo centenares de liberaciones de presos comunes de las distintas cárceles del país por decisión de Nicolás y ejecutadas por su inefable Ministra de Prisiones. Se habla de más de 800 los procesados liberados y sometidos a un régimen de presentación cada quince días. Se trata de presos comunes ya sentenciados por diversos delitos, desde los más aborrecibles hasta otros de menor cuantía bajo una presunta medida humanitaria por la pandemia de coronavirus que azota a la humanidad. Pero resulta que en Venezuela existen más de 300 presos políticos que llevan años sufriendo la pérdida de libertad y hasta son objeto de torturas de todo tipo. Allí se encuentran Diputados de la muy legitima Asamblea Nacional, Lideres políticos de oposición, todos imputados de manera caprichosa por el Fiscal General de la revolución.
Hasta la ONU ha formulado solicitudes al régimen para que sean liberados ante los oídos sordos del Calígula de Miraflores que en este caso ha actuado como Poncio Pilatos al escoger, sin lavarse las manos, a los Barrabas que estaban encarcelados y mantener en prisión a honorables ciudadanos que han cometido el delito de pensar distinto y luchar por la democracia y la libertad conculcadas por este régimen comunista y mañoso. Estos, por lo menos, están presos y no han corrido la suerte del Concejal Fernando Alban «suicidado» desde el decimo piso del Sebin, y el Capitán Acosta Arévalo de quien no pudieron decir que murió por los golpes que sufrió tirándose contra el piso
El pasado lunes 27 de abril, El Calígula venezolano, no conforme con la destrucción de nuestra empresa PDVSA colocando al frente de la misma a unos incapaces que la llevaron a la quiebra, anuncio al país la designación de Tarek El Aissami, un sujeto acusado y buscado por la justicia norteamericana, junto al mismo Maduro, sindicados de estar vinculados con las actividades de narcotráfico y terrorismo internacional, delitos de lesa humanidad, como nuevo Ministro de la industria petrolera. Algo parecido a lo que hizo Calígula con su caballo. Pobre PDVSA y pobre Venezuela la que según Andrés Eloy Blanco, en su poema «Clase» «tiene algo y nadie sabe dónde, si en la leche, la placenta o en la sangre, que el hijo vil se le eterniza adentro y el hijo grande se le muere afuera»
Emiro Albornoz León
Periodista
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