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LA INTELIGENCIA ARTIFICAL O LA BRUTALIDAD HUMANA

LA INTELIGENCIA ARTIFICAL O LA BRUTALIDAD HUMANA
Por Antonio Ledezma.

Ante la cada día más desbordante inteligencia artificial surgen inquietudes que dejan
entrever señales de preocupación por el arrollador caudal de habilidades que parecieran
no tener contención, a la hora de evitar que esa fascinante, enigmática y prodigiosa
combinación de algoritmos, produzcan máquinas similares o, en algunos casos, muy
superiores a las facultades humanas. En la variedad que se exhibe en los niveles de
inteligencia artificial estrecha, la general y la super inteligencia artificial, se aprecian
desafíos, explícitamente, a sus propios creadores: la mente humana.

Esos prodigios son un hecho cierto que se nos revela con los instrumentos que fungen
de asistentes de voz como Google Home o Amazon Echo, elementos comunes en
millones de hogares del planeta Tierra. Ya no resultan extraños los coches
automatizados, el funcionamiento de la robótica de elevada gama o la gestión del tráfico
basada en inteligencia artificial. En la contra cara de esa moneda está el reflejo del
miedo a que eso genere desempleo ante la suplantación de los seres humanos por esos
aparatos en capacidad de realizar las mismas tareas de las personas, desde luego sin los
sentimientos y valores que solo pueden experimentar las personas.

No me niego a entrarle a este debate, que es por demás seductor y merecedor de nuestra
atención, pero hay que hacerlo sin los miedos que se relacionan con las incapacidades
de quienes más que temerle a sus pasmosas o mágicas manifestaciones de inteligencia,
se atoran en ese embudo del conformismo, acomodados en la resignación acomplejada
de estancarse en el atraso mientras culpan a otros de sus propias miserias.

Yo le temería más a la brutalidad humana, a esa desenfrenada anarquía en donde se
desquician furores y se distorsionan los sentimientos. Me atrevo a decir, sin titubeo
alguno, que lucen más deshumanizados que los semáforos inteligentes esos grupos
terroristas que secuestran y degüellan bebés. Esos desadaptados representan el mal,
porque matan con placer viendo desangrarse al prójimo asesinado brutalmente, sobre
cuyos restos mortales festejan los más absurdos triunfos de su indescifrable fanatismo y
desfigurada religión. Ese amasijo de redes terroristas en el que se ven los hilos
yihadistas con la frecuente utilización del terrorismo, en nombre de una reivindicada
yihad, a la cual sus prosélitos claman como una «guerra santa» en el nombre de Alá. Se
asoman los perfiles etno-nacionalistas o separatistas, la versión del terrorismo de
izquierda y anarquista o de derecha con sus temáticas específicas.

Es la brutalidad humana que acometió el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York
cegando la vida de miles de personas, son del mismo rebaño que embistió
premeditadamente contra el Pentágono, los que se regocijaron por el sanguinario ataque
de Atocha, los atentados del 11 de marzo de 2004 en España, conocidos por el
numerónimo 11M, esa cruenta serie de irrupciones terroristas en cuatro trenes de la red
de cercanías de la Comunidad de Madrid, matando a 193 personas y alrededor de dos
mil resultaron heridas. O el de Lockerbie, después que el Vuelo 103 de Pan Am, un
vuelo regular internacional emprendido el 21 de diciembre de 1988, que tenía previsto
cumplir un itinerario entre Fráncfort (Alemania) y Detroit (EE. UU.), que fue víctima
de un atentado terrorista cuando cubría el trayecto entre Londres y Nueva York
reventando en el aire y cayendo sobre la ciudad de Lockerbie (Escocia, Reino Unido).

Es la brutalidad humana a la que no es posible encontrarle justificación cuando llegan a
protagonizar la barbarie de atentar contra la escuela de Beslán, Rusia, aquel luctuoso 1
de septiembre de 2004, día en que un grupo terrorista islámico de 30 hombres, batallón
de mártires Riyad-us Saliheen, se apersonó al colegio de Beslán en Osetia del Norte
para secuestrar a más de 1.100 personas, la gran mayoría estudiantes menores de edad.
Los terroristas, emparentados a la tendencia separatista chechena, se atrincheraron
durante tres días en el edificio, retando a las autoridades policiales que resolvieron
ingresar al recinto, en donde se escenificó el choque con los responsables del atentado.
Las cifras finales dejaron 334 muertos (186 niños) y casi 800 heridos.

Son los mismos fanáticos enloquecidos con el distintivo de El Daesh que acometieron el
atentado de París el 13 de noviembre de 2015 en la periferia de Saint-Denis. Como
todos esas pendencias, también esa mostraba la impronta suicida, desatando tiroteos en
terrazas y restaurantes, y una serie de explosiones en el estadio de Francia, que dejaron
137 muertos y más de 450 heridos. El pavor atrapó a los parisinos por esos desafueros
organizados del Estado Islámico. Muy notorio fue el asalto a la sala Bataclan, donde los
terroristas retuvieron a centenares de personas durante un concierto. Terminaron con la
vida de 80 a sangre fría.

Es la misma locura desatada sobre edificios identificados con la Comunidad Judía en
Argentina, como aquel deplorable ataque terrorista a la Asociación Mutual Israelita
Argentina perpetrado el lunes 18 de julio de 1994, fue el segundo atentado después de la
explosión que acabó con la vida de decenas de seres humanos y el edificio de la
embajada de Israel en ese país.

Por lo antes narrado es que veo a las amenazas que arrastra el fenómeno tecnológico de
la Inteligencia Artificial, como efectos benignos, si los comparamos con las satánicas
acciones de esos grupos terroristas que construyen túneles bajo territorio de Gaza que
utilizan para desplazarse con la idea de activar sus recursos bélicos, tales como misiles
antitanques y antiaéreos, bombas, morteros, cohetes caseros y los AK-47 modificados,
artefactos con los que adelantaron el mortífero y catastrófico combate contra ciudadanos
de Israel, cuando los efectivos del grupo terrorista Hamás dispararon, entre el sábado y
el domingo, más de 5.000 cohetes contra la jurisdicción israelita, cuya mayoría de
cohetes, afortunadamente, fue interceptada por el escudo Cúpula de Hierro israelí.
Es evidente que tales desmanes son alentados desde Irán y no menos lejos de la verdad
es que igualmente cuentan, insólitamente, con respaldos de gobiernos
hispanoamericanos, tal como es posible confirmar escuchando las declaraciones de los
presidentes de Colombia, Nicaragua, Cuba y Venezuela, en las que se solidarizan con
las acciones terroristas. Lo cierto es que ya no se trata de grupos que dependen de armas
caseras, ahora, tal como lo reveló Ali Baraka, jefe de Relaciones Nacionales de Hamás
en el exterior, un vocero que ocupa un alto cargo en la jefatura de Hamás, actualmente
residente en el Líbano, indicando en una entrevista editada para el canal de noticias en
árabe RT Arabic, publicada en su sitio web, que “la fabricación de armas del grupo les
permite tener fábricas locales para todo, para cohetes con alcances de 250 km, para 160
km, 80 km y 10 km. Tenemos fábricas de morteros y sus proyectiles… Tenemos fábricas
de Kalashnikovs (fusiles) y sus balas… Estamos fabricando las balas con permiso de los
rusos… Las estamos construyendo en Gaza".

¿Quién responde por esta verdadera y peligrosa amenaza?
@AlcaldeLedezma