Familias víctimas de extorsión y represalias abandonan sus casas en el municipio donde la tasa de muertes violentas es de 239 por cada 100 mil habitantes, según el Observatorio Venezolano de Violencia. Bandas criminales queman casas como venganza o represalia por no pagar vacunas
Eran las tres de la madrugada cuando Oscar recibió la llamada de su hija: “Papá, ayúdame, me quemaron la casa”. De fondo escuchó los gritos desesperados de sus nietos.
Oscar, de 60 años, saltó de la cama, se vistió y corrió a socorrer a su hija que vivía a un kilómetro de distancia. “La casa estaba prendida, mi hija y mis nietos estaban en la parte trasera. Con tobos de agua y algunos vecinos que ayudaron logramos apagar el fuego. Perdió todo”, contó.
Esto ocurrió en La Cañada de Urdaneta, el municipio más violento del estado Zulia y el tercero de Venezuela, donde las bandas criminales organizadas queman viviendas a manera de represalia o venganza. En esto coinciden las víctimas que accedieron a hablar con El Pitazo.
A la hija de Oscar le prendieron fuego a su vivienda porque presuntamente se negó a dar información de lo que ocurría en su calle. Al menos, eso es lo que ellos creen. A la mujer de 40 años le enviaron un mensaje de texto en el que le escribieron que “el escarmiento” era para que “no fuera altanera”. La hija de Oscar presume que se referían a que en una oportunidadle pidieron que hablara de sus vecinos
«Nos mudamos en tres horas. Mi hija tiene mucho miedo, ella dice que para allá no va más y yo tampoco, aunque quiero regresar algún día»
Ese día, ya a las diez de la mañana, ni Oscar ni su hija estaban en La Cañada. Ambos se desplazaron con sus familias para los municipios Maracaibo y San Francisco, respectivamente. Un año después del incendio, no han vuelto. “Nos mudamos en tres horas. Mi hija tiene mucho miedo, ella dice que para allá no va más y yo tampoco, aunque quiero regresar algún día”.
Pero la familia de Oscar es una de las decenas que abandonaron el municipio en los últimos meses por miedo a los grupos delictivos que se dedican a la extorsión y el sicariato. “En mi calle hay 16 casas, y sólo quedan cuatro habitadas: ocho familias se fueron para Maracaibo y San Francisco, y las otras cuatro migraron para Colombia”, aseguró Aura, una jubilada de 68 años.
Fuente: El Pitazo