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John Feeley: «Estados Unidos está montando en Venezuela un acto de teatro político-militar»

John Feeley, exembajador estadounidense, desestimó la posibilidad de una invasión tras el despliegue militar en el Mar Caribe. Similar visión tiene Benjamin Gedan, investigador en la Universidad Johns Hopkins y exdirector para América del Sur en el Consejo de Seguridad Nacional de Barack Obama. “El rechazo casi universal en Latinoamérica no sería un desincentivo para Trump, pero sí lo sería la formidable logística de ocupar un país tan extenso y complejo”, advierte

El nuevo movimiento militar de Washington en el Caribe desató un torbellino de hipótesis en torno a sus verdaderos objetivos. Mientras la Casa Blanca insiste en que se trata de un operativo contra el «narcotráfico», la magnitud de la presencia naval hace inevitable la pregunta: ¿Se abre la puerta a un escenario bélico contra el gobierno de Nicolás Maduro?

El presidente estadounidense, Donald Trump, parece haber optado por escalar la presión en un momento en el que Caracas mostraba señales de acercamiento.

La autorización a Chevron para operar nuevamente en Venezuela y el intercambio de prisioneros habían sugerido una vía de distensión. Sin embargo, las últimas medidas cambiaron radicalmente el tono de la relación bilateral.

Desde Caracas, Maduro respondió con un gesto de fuerza interna: convocó a millones de milicianos y anunció ejercicios de alistamiento en plazas y cuarteles. El mensaje buscó reforzar la imagen de resistencia, aunque analistas sostienen que más que un despliegue real de capacidad militar, se trata de un recurso político para disuadir y cohesionar a su base en medio de la tensión.

De acuerdo con La Nación,  Maduro calificó el despliegue estadounidense como una señal de que “el imperio se ha vuelto loco” y proclamó el lunes la movilización de más de 4,5 millones de milicianos, lo que elevó aún más la tensión.

El viernes reforzó su mensaje con la convocatoria a una jornada de “alistamiento nacional” en plazas públicas y cuarteles durante este fin de semana. Una respuesta que, según el internacionalista venezolano Luis Peche, debe leerse más en clave retórica que real: “Maduro no llegó ni siquiera a cuatro millones de votos en las últimas elecciones, con lo cual es poco probable que tenga la capacidad de armar a millones de personas. Más bien utiliza a su base como escudo, como elemento disuasorio ante un posible escalamiento”.

Aunque generó alarma, la decisión de la Casa Blanca tampoco fue del todo sorpresiva. Trump ya había dejado varias pistas. En su primer día de mandato firmó la Orden Ejecutiva 14157, que advertía sobre los riesgos “inaceptables” que representan los carteles para la seguridad nacional y fijaba como objetivo su “eliminación total”. Ese marco legal abrió la puerta a una militarización del combate al narcotráfico, por lo que la participación del Departamento de Defensa no resulta extraña.

El paso más significativo fue la decisión de equiparar a organizaciones criminales latinoamericanas con grupos terroristas internacionales. Así, estructuras como el Tren de Aragua o el Cartel de los Soles fueron incluidas en la misma categoría que Al Qaeda o el Estado Islámico, y sus miembros catalogados como “combatientes enemigos”.

El exembajador estadounidense John Feeley relativizó ese escenario y desestimó la posibilidad de una invasión. “Estados Unidos está montando un acto de teatro político-militar”, dijo a La Nación, al señalar que Trump “no tiene los votos aquí para lanzar otra guerra extranjera”.

Feeley considera más factible, en todo caso, una demostración de fuerza acotada: “A lo mejor pueden lanzar un misil para que caiga en el eje Esequibo, simplemente como demostración”. Y agregó, con ironía: “Si yo fuera Nicolás Maduro, estaría más que agradecido a Donald Trump. ¿Cuál es el mejor motivo para unificar a un país, después de elecciones robadas y con tanto desacuerdo interno con su régimen, que una amenaza existencial de un gringo con colmillos, misiles y helicópteros?”.

Coincide con este punto Benjamin Gedan, investigador en la Universidad Johns Hopkins y ex director para América del Sur en el Consejo de Seguridad Nacional de Barack Obama. “Veo poco probable una invasión a Venezuela».

Además, agregó: «El rechazo casi universal en Latinoamérica no sería un desincentivo para Trump, pero sí lo sería la formidable logística de ocupar un país tan extenso y complejo, con la presencia de guerrilleros y narcotraficantes bien armados. Pero no descarto por completo la posibilidad de alguna acción militar. Después de todo, el despliegue de buques de guerra muestra que, como suele decir Trump, todas las opciones están sobre la mesa”, advirtió.

El megaoperativo incluye los destructores USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, 4000 marines, aviones P-8 Poseidon de vigilancia marítima, los buques USS San Antonio, USS Iowa Jima y USS Fort Lauderdale y al menos un submarino nuclear. Según fuentes oficiales, se prolongará durante varios meses, con presencia constante en aguas y espacio aéreo internacionales.

Para Feeley, el despliegue resulta desproporcionado en relación con la misión declarada de interceptar cargamentos de droga procedentes de Venezuela. “Es como dar un martillazo para matar a una hormiga. Y por eso dudo que vayan a matar a ninguna hormiga en Venezuela”, remarcó.

Pero, más allá de la declarada guerra contra el narcotráfico, surge la pregunta de si existe una estrategia más coherente detrás del brusco giro de Washington hacia Caracas. Según el internacionalista Luis Peche, la política de Trump se despliega en dos planos que parecen contradictorios.

“Por un lado, hay un ala aislacionista que sostiene: ‘Vamos a entendernos con Maduro, prioricemos lo económico; no tiene sentido involucrarnos en un conflicto político con un potencial aliado comercial, más allá de las cuestiones democráticas’. Esa visión parecía imponerse con la reactivación de licencias y los recientes intercambios de prisioneros”, explica.

“Sin embargo, la contraofensiva de las últimas semanas refleja el peso de otra corriente, más cercana a los republicanos tradicionales y encabezada por Marco Rubio. Todo indica que Trump deja correr ambas líneas y decidirá con cuál quedarse en función de los resultados”.

En la misma línea, Gedan advierte que la segunda administración de Trump “ya no prioriza la defensa de la democracia uno de los ejes de la histórica confrontación con el chavismo, sino asuntos prácticos como la cooperación en materia migratoria”. En ese marco, la disposición del régimen venezolano a aceptar vuelos con deportados desde Estados Unidos, por ejemplo, “podría facilitar una normalización de la relación, aunque en paralelo persista la presión militar”, señaló.